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Prácticas curatoriales y acompañamientos artísticos

¿Qué se hace en este lugar? Se lo inventa, sin duda.

Decir curaduría es como decir literatura: un montón de prácticas diferenciadas, lejanas y cercanas unas de otras, que se agrupan. Si bien la literatura tiene a la escritura como condición de posibilidad, la curaduría tiene al espacio; así de amplio.

Los objetos curatoriales (muchas veces artísticos) producen, en su momento de exhibición, topografías. Los espacios proponen, a su vez, uno o varios tiempos de recorrido. Sugieren caminos para que lxs espectadorxs experimenten conjuntos (esta u otra de sus partes) que derivan en fantasías epistémicas, utópicas, corporales, distópicas, críticas, sensoriales, comunitarias e, incluso, bellas o aburridas…

Las curadurías operan en lxs imaginarios y al hacerlo se aglomeran alrededor de ciertos regímenes estandarizados de realidades enunciadas. He ahí su peligro de solipsismo y su potencia de movilización.

Se favorece al cubo blanco. A veces funciona, ¿por qué?

Lo animal de un pantano o un desierto.

Debajo de la pared hay una retícula invisible para el ojo, pero presente para lxs involucradxs: se mide, se usa un nivel, se considera la estatura promedio, etc. Plano cartesiano, punto de fuga. Orden. Cinta métrica. Contacto relacional entre el ojo calibrado y la verdad.

¿Hay verdad en la curaduría? Me gusta pensar más bien en proposiciones tambaleantes; en hilos que al jalarlos muestran los escenarios que hemos erigido y que nos conforman: nuestra siempre cuidada escena-construida.

Comprobar menos que permitir estar ante lo que de ordinario (forcluimos) no vemos cuando vemos. Oler. Olisquearnos

Y también su posibilidad de ensayo. De montaje. El viejo y siempre presente dilema. Mismo peligro: Ici et ailleurs (1976). Aby Warburg y  Walter Benjamin. La condensación de imágenes, sentidos, gestos y vibraciones que perviven de obra en obra (de arte o no), de siglo en siglo, en condensaciones no siempre palpables a primera vista, atravesaas por relaciones de poder. La producción deseante que se sabe pasaje, instante, constelación, movimiento.

[A veces pienso en la curaduría en México y viene a mi mente: Sufragio efectivo, no reelección].

De esta práctica de prácticas me interesa su imposibilidad de captura y clasificación fija. Propongo decir prácticas curatoriales donde se escribe curadorxs. Acentuar el devenir y suspender el principio de identidad.

Al estar en el espacio público, las prácticas curatoriales dan cuenta de sus propuestas, están prestas a debate, consenso/disenso y análisis. 

Las curadurías no son conceptos. Qué tal si decimos: ejercicios, lecturas, vivencias y apuestas. Muchas veces contienen discursos, pero nunca son sólo eso. Hay quien reduce el espacio a la hoja tamaño carta, en blanco; hay quien confunde la tensión entre objetos, papelitos y artes con la escritura de argumentos y/o el prestigio.

Como en cualquier ejercicio múltiple, el entusiasmo de la experiencia puede llevar a un embudo de hipóstasis o jerarquías. A decir predicativos: este modo de hacer es “el modo de hacer”, o en todo caso, es mejor o más pertinente que ese y aquel. 

Evitar omitir las distancias, no meter a la fuerza discursos en paredes. 

Prácticas curatoriales situadas, abiertas.

*

Hay una variante de entre las prácticas curatoriales que me interesa: complicidad con artistes vivxs: acompañamientos artísticos

Este tipo de cuidado no trabaja con la obra terminada (como usualmente hace unx curadorx, unx críticx o unx historiadorx), más bien, junto a la artista, durante sus procesos de producción. De ahí el nombre: acompañamiento. Se hace en relación con la persona o colectiva, y alrededor de la obra y sus derivas. 

Les acompañamientos artísticos funcionan como un engranaje en la producción de producciones. Rompen la lógica lineal de  producción, distribución y consumo, situándose junto al productor, sin intentar sustituirlo; es decir, no buscan colaborar y, por lo tanto, firmar los objetos de  arte. Lxs acompañantxs no trabajan en términos de objeto total sino de discurso múltiple y tiempo compartido; palabra fallida y enigma. Esta actividad se realiza siempre en una relación de escucha y cuerpx. Cuando se requiere, de comentario crítico y textualidades.  

El hecho de que le acompañantx opere desde varias aristas (incluso vivencias que no pueden archivarse o exhibirse) es importante porque rompe con la tradición que mira al objeto artístico como la punta del iceberg: el trofeo más relevante del arte. Esta idea la trabaja Griselda Pollock en su libro Visión y diferencia (Fiordo Editorial, 2013), ahí propone que una crítica feminista del arte desplaza el totemismo del objeto para  dar cuenta de que este es una serie de prácticas y no un conjunto de cosas. La artistx forma parte de dichas prácticas, pero también la investigadorx, la críticx, la espectadorx… y, ahora, la acompañantx.  

No se trata de una relación entre alumno y maestro, con las jerarquías y los deberes tanto morales como epistemológicos que este regulador implica. Le acompañante está al tanto y corresponde a lo que dice el otrx (quien a veces se inviste de artista); está presente en esa escucha (de cuerpo entero) de manera activa para que lx productorx despliegue dudas, dilemas y ambigüedades, imposibles de efectuar en la universidad o en una estructura institucional. La afección es mutua. 

La acompañante artística comparte cierta vocación con la psicoanalista, está ahí para que le artiste produzca lo suyo, no para anteponer lo propio… Tránsito compartido para mirarse a sí mismo a través de la distancia que solo permite la conversación.

Un acompañamiento no sucede todo el tiempo. En medio de, se puede presentar la discordia, el disenso, la distancia.

Algunas prácticas curatoriales funcionan como acompañamientos: la exposición es una de sus salidas. Vale la pena reiterar que no todos los acompañamientos se reducen a prácticas curatoriales. No hablo de curadurías que buscan obras para calzar un discurso, llenar un argumento o ilustrar artísticamente un problema teórico, sino de prácticas que trabajan con lxs artistxs y productorxs mano a mano –imaginario a imaginario– para montar una exhibición (o una experiencia / experimento público) que puede incluir discursos, argumentos y problemas teóricos.

En los acompañamientos no se busca tener o llegar a la verdad (ni siquiera en  plural), sino compartir tiempo, diálogo, saberes, cuidados, referencias, espacios y afectaciones. Muchas piezas se han producido desde un espacio sustentado en acompañamientos artísticos: no en la soledad del taller, sino en la ebullición de estar lxs unxs con lxs otrxs, en conversación (compartición) diferencia y ensamblaje. 

Entre dos (que son más de cuatro) o entre varixs. 

La red se trama por un espacio vacante. 

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1 La idea de acompañamiento artístico la trabajé públicamente por primera vez en una charla en Salón Acme, 2019. Muchas ideas transitaron de la oralidad de ese evento a la escritura en este texto.

Aunque no se reducen a ellos, la idea de acompañamientos artísticos surgió de reflexionar sobre mis prácticas y las de colegas en espacios independientes y/o autogestivos y/o organizados por artistas y agentes culturales fuera de instituciones estatales y privadas, a partir de 2014, en la Ciudad de México y Guadalajara, principalmente.

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