Curator’s corner 1
A principios de este año se estrenó en Netflix La excavación, una adaptación al cine de la novela de John Preston, y que a su vez está basada en hechos reales. A grandes rasgos, la película trata sobre el hallazgo de un entierro anglosajón en Inglaterra y, aunque no es una joya cinematográfica, me interesó porque habla de descubrimientos históricos, museos, colecciones, registros fotográficos, pugnas entre saberes académicos y no académicos, e iniciativas culturales impulsadas por mujeres. Luego de verla, busqué en el sitio del Museo Británico más información sobre el descubrimiento y encontré un video realizado en 2019 por Sue Brunning, curadora de la European Early Medieval Collection. Las cápsulas se llaman Curator’s Corner y en éstas Brunning presenta objetos relacionados al entierro de Sutton Hoo, nos deja ver varios detalles, nos comparte interpretaciones a partir de las más recientes investigaciones y demás curiosidades que me resultaron fascinantes. Seguramente Sue, además de dedicarse a investigar la colección de la cual es responsable, tiene obligaciones institucionales administrativas como llenar informes, pero al verla me imaginaba que en los días en que dedica tiempo a investigar pasa largos ratos mirando una y otra vez una espada medieval, revisando artículos, libros; especulando e imaginando las historias y trayectorias que un objeto del siglo VI puede llevar consigo. Y quizás más adelante, podrá hacer públicos esos hallazgos e inquietudes en el formato de una exhibición y catálogo. Quienes visiten esa muestra tendrán experiencias muy distintas frente a los objetos.
¿Cuáles son las exposiciones que más recuerdan? Creo que algo que parece olvidarse cuando hablamos sobre práctica curatorial es que sus “productos”, principalmente los del espacio expositivo, son detonantes de experiencias y crean capas narrativas a partir de obras o prácticas artísticas. Para alguien con formación en historia del arte puede resultar estimulante excavar alrededor de una obra para desplegar un contexto. Plantear nuevas lecturas, relaciones entre fenómenos culturales y circulaciones o acompañar y compartir procesos de trabajo para ciertas prácticas artísticas. Lo convencional en la curaduría de exposiciones es construir un discurso en el espacio, no obstante, sabemos que hay una multiplicidad de formas de ejercer el oficio, aunque en su ejecución, es una práctica que ha opacado otros campos culturales.
Uno de los grandes reclamos que produjo el malestar crónico de la curaduría, es la casi desaparición de la crítica escrita. Alguna vez un curador me dijo que había decidido dedicarse a hacer exposiciones porque era mucho más visible y efectiva una exhibición que presentar una problemática y crítica desde un texto. Uno de estos ejemplos es la reactualización del debate de lo latinoamericano en el arte, fenómeno que tuvo sus discusiones principalmente en el cubo blanco durante las décadas finales del siglo XX y principios de los dosmiles. Exposiciones en distintas latitudes les disputaban a otras producidas desde los centros hegemónicos de Estados Unidos y Europa. Después de esta experiencia se comenzó a preguntar sobre el paradero de la crítica de arte. En nuestro país surgieron cursos y demás iniciativas para reactivarla. Pero mucho me temo que esta no es la única disciplina o práctica que la curaduría volvió invisible o aparentemente poco vigente.
En la entrega “A Fox and a Hedgehog Walk into a Museum” 2 de Beautiful Eccentrics de Pablo Helguera, el artista y programador público explica la relación ríspida entre las áreas de educación y curaduría. A la primera le asigna la representación de un zorro y, a la segunda, la de un erizo. En donde el zorro sería quien posee el conocimiento más ampliado y trata de crear ambientes o contextos para producir o intercambiar saberes; mientras que el erizo posee un conocimiento mucho más especializado y académico (como nuestra amiga Sue Brunning). Es un gran texto el de Pablo y estoy reduciendo de manera muy pobre el despliegue del argumento, pero lo que me interesa continuar, evocando las colaboraciones de Cristina Torres y de Christian Gómez para Aproximaciones I, es que en algunas instituciones culturales comienzan a darle reconocimiento a las áreas de educación, rebautizándolas como curaduría pedagógica o educativa, pero aplanando una trama mucho más compleja entre campos de acción. Si bien esta distinción ha revalorado las investigaciones y conocimientos que producen estos agentes, también ha empañado otras prácticas nombrándolos como “curatorial”, a pesar de tener otros nombres y apellidos, por ejemplo el ámbito editorial. Lo cierto es que las jerarquías dentro de la estructura organizada alrededor de lxs curadorxs no se han desarmado. No es que se les otorguen más lugares en el escalafón a estas otras agencias culturales, más bien son las mismas personas que ya realizaba exposiciones ocupando los puestos de programas públicos, editoriales, etc., en museos o bienales. Creo que existe una confusión con la idea de ampliar lo que se entiende como práctica curatorial o sobre lo que podríamos explorar como acciones transversales. No es que esté mal que haya una variedad de formas de ejercer la curaduría o explorar el pensamiento curatorial, lo que me parece que hay que respetar son aquellas otras agencias culturales, ahora invisibilizadas al denominar todo bajo el paraguas de “lo curatorial”.
El nuevo malestar de la curaduría se reactualiza en una figura mucho más hegémonica y jerarquizante que entonces. A muchos curadorxs de finales de los noventa y principios de los dos miles les costó trabajó encontrar un lugar dentro de los museos, en ocasiones tuvieron que crear el puesto. Luego vino el surgimiento de los programas de formación universitaria y de posgrado en estudios curatoriales. Ahora la nueva “digievolución” de esta ruta son los programas de liderazgo creados para curadorxs, por ejemplo, el que ofrece el Center for Curatorial Leadership 3 en Estados Unidos, al que pueden acceder quienes ostentan cargos de alta dirección en instituciones culturales. En nuestro país algo parecido es el Instituto de Liderazgo en Museos, que en su oferta de formación absorbió o vinculó el programa de estudios curatoriales de la Universidad Nacional Autónoma de México. Cada quien sus alianzas estratégicas, pero la lectura que podría hacerse es que parecería que las personas que se dedican a la curaduría son quienes alcanzarán los puestos más altos en museos, pues en la presentación del programa se habla de materias en el área de “gestión museística y de historia del arte”. No tengo más elementos para poder analizar esto a detalle, pero desde afuera se ve como una iniciativa educativa encaminada a perpetuar una jerarquía que, por muy amplia en campos de acción, opaca y hace a un lado las otras prácticas que ocurren en un museo.
Actualmente en nuestro país, en su gran mayoría, quienes dirigen museos o instituciones culturales fueron antes curadorxs. Así que en efecto hay razones para crear estos programas de liderazgo. Quizás lo que nos tocaría es, además de cuestionar estas jerarquías, encontrar cómo diluirlas. O en todo caso, retomando las ideas de Mônica Hoff, trabajar con las chispas que producen los roces entre las diversas prácticas que no se enuncian desde la curaduría. Hay una gran queja hacia los privilegios de lxs curadorxs, pero también hemos sido cómplices. Se nos olvida modificar la fórmula curador famoso-artista famoso para programar una charla presuntamente taquillera. Realizamos más reseñas a exposiciones que a programas públicos (si no es que ninguna). Hablamos de lo colaborativo pero se borran las responsabilidades. Hablamos de empatía pero no nos atrevemos a discutir la crisis o el conflicto.
A mí me gustan las exposiciones y extraño mucho los días de montaje, las inauguraciones, las conversaciones con las obras y sus artistas, las contradicciones que pueden existir entre el planteamiento en el papel y la puesta en escena de las piezas desde el recorrido con el cuerpo. Pero no quisiera que las jerarquías que existen continuaran. Que el término curatorial aplanara todo el abanico de prácticas culturales, que son al final experiencias muy diversas. O que sólo nos definiéramos como zorros o erizos, o peor, que solo trabajemos aspirando alcanzar el rincón de la punta de una pirámide.
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1 Agradezco enormemente al Programa de Prácticas Curatoriales de ADM orquestado por Pamela Desjardins y a mis compañeres las reflexiones y provocaciones que dieron origen a estas líneas
2 https://pablohelguera.substack.com/p/a-fox-and-a-hedgehog-walk-into-a